Empleo, pero sin escalera
En buena parte de América Latina y otras regiones de ingresos medios,
millones de personas trabajan y, aun así, son pobres por generaciones. No es
una paradoja retórica: tener empleo ya no garantiza salir de la pobreza, sobre
todo si el salario no cubre una canasta básica de alimentos, mucho menos si
impide ahorrar. El elemento económico del ahorro es claro: sin ahorro no hay
colchón para emergencias, ni capital para emprender, ni posibilidad para
invertir en una educación de calidad para los hijos, para la adecuada atención
de la salud o para una vivienda propia. En términos simples: sin ahorro no hay
escalera social, y ante esas circunstancias la pobreza se convierte en un
estado permanente.
Con apoyo de la investigación económica, se explica cómo, los salarios
insuficientes generan trampas de pobreza y, por qué estas trampas tienden a
reproducirse de una generación a otra. También se explican tendencias y
corrientes académicas que sostienen esta tesis. En este artículo se ofrece también
una breve bibliografía para aquellas personas que quieren profundizar en el
tema.
¿Qué es “pobreza laboral”?
El término tiene usos específicos según el país, pero la idea central es
que personas ocupadas (con empleo formal o informal) no alcanzan a cubrir el
costo de una canasta básica de alimentos con su ingreso laboral. En México, por
ejemplo, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social
(CONEVAL) mide la pobreza laboral como el porcentaje de población cuyo ingreso
laboral es inferior al costo de la canasta de alimentos. Más allá de las
definiciones, el fenómeno describe hogares cuyos miembros tienen trabajo, pero no
logran cubrir las necesidades esenciales y en consecuencia no pueden generar
excedentes.
La mecánica de la trampa se constituye de siete engranajes que impiden
el ahorro.
Salario de subsistencia
El proceso inicia cuando el ingreso salarial apenas cubre la compra de comida,
transporte y renta, en estos límites no hay margen para “guardar para mañana”.
Esta restricción es rígida: si el salario sube un poco, por ejemplo, con un
acuerdo gubernativo que sube el salario mínimo, pero los precios de los
productos esenciales suben igual o más (alimentos, vivienda, energía,
transporte), el poder adquisitivo no mejora y el ahorro sigue en cero, aunque
en un nivel económico más alto.
Ingresos volátiles + gastos inelásticos
Si el ingreso salarial se obtiene en la informalidad o con contratos
temporales, el ingreso sube y baja; sin embargo, los gastos de alquiler, las
cuotas por deudas o las colegiaturas no. Por lo tanto, la gente termina usando
crédito caro para “suavizar” el consumo. Eso da como resultado pagar intereses
en lugar de ganarlos, lo que agranda la brecha con quienes sí pueden ahorrar.
El “impuesto” de la pobreza
Algo común en los hogares de bajos ingresos es que suelen pagar más por
servicios financieros (comisiones, microcréditos caros, comisiones de tarjetas
de crédito, adelantos), para comprar en pequeñas cantidades los bienes y
servicios básicos (lo que proporciona un precio por unidad más alto) y hace
perder más tiempo en pagos (traslados largos, filas). Por ejemplo, personas que
llegan a la gasolinera a comprar veinticinco quetzales de combustible. Ese
sobrecosto erosiona cualquier posibilidad de ahorro y reduce el tiempo en que
se puede ser productivo para ganar dinero, es decir que la pérdida de tiempo
por transacción es un alto costo de oportunidad.
Productividad estancada y reparto del pastel
En la Economía Nacional, aun cuando la productividad de sectores o
empresas crece, la ganancia no siempre se traduce en salarios. La caída o
estancamiento de la participación laboral en el ingreso (labor share) implica
que una porción mayor del valor agregado se queda en ganancias y rentas, lo que
no funciona en cascada para beneficiar las remuneraciones de los asalariados. En
ese sentido, si el salario real no despega, el ahorro tampoco.
Baja densidad de protección social
Si el salario se recibe en situación de informalidad, aunque el salario
pudiera ser un poco más alto que el salario mínimo, sin seguros, sin licencias
para el descanso, sin seguros de salud o pensiones adecuadas, las familias
deben auto-protegerse con un ingreso que no lo permite. Por lo tanto, ante
cualquier shock económico familiar (enfermedad, despido, accidente), el poco
ahorro que puedan lograr se evapora y vuelve el endeudamiento de emergencia.
Costos de cuidado y barreras al trabajo femenino
Las familias que dependen de un salario que no permite financiar la
canasta básica alimentaria no alcanzan a tener ingresos para pagar un empleado
del hogar. Por lo tanto, la falta de servicios de cuidado asequibles empuja a
muchas mujeres a la búsqueda de empleos parciales, (por ejemplo, en comedores o
en hoteles, o en empresas que tienen alta demanda en horas específicas) o bien
se condenan a la inactividad económica dedicándose al cuidado de niños, de
ancianos o de enfermos. Sin apoyo femenino para generar ingresos familiares, el
ingreso del hogar se reduce y la probabilidad de ahorrar cae.
Una conclusión importante es señalar que “Sin ahorro, no hay inversión
en capital humano (educación de calidad) ni inversión en activos (vivienda,
herramientas, equipos de trabajo). Como consecuencia, los hijos inician su vida
laboral sin herramientas, sin patrimonio, ni redes humanas de apoyo,
reproduciendo el ciclo de la pobreza.
Por qué la pobreza laboral se “pega” en el tiempo
Porque la falta de ingresos salariales provoca al mismo tiempo falta de
expectativas y obliga a tomar decisiones de corto plazo: si “no alcanza”, es
racional priorizar lo inmediato (la cena de hoy, el pago de hoy) lo que gana
terreno sobre lo futuro (ahorro para la universidad).
El crédito como sustituto del ahorro facilita el acceso financiero frecuente
pero caro. Los pagos de intereses desplazan el ahorro posible, de manera
inmediata con efectos durante años.
Los hogares con bajos ingresos salariales, enfrentan choques frecuentes:
son hogares vulnerables, los shocks (de salud o de ingresos) son altamente probables
y costosos; sin seguros, ni ahorro, cada choque reinicia el proceso de
crecimiento económico y los retrae a la pobreza laboral.
Los mercados laborales segmentados encierran a los trabajadores de bajos
salarios al empleo de “puertas giratorias” entre informalidad y formalidad, con
permanentes salarios bajos que impiden acumular un historial contributivo y la antigüedad
que son claves para mejores empleos y por ende mejores salarios.
Las corrientes y autores que ayudan a entender la pobreza laboral son,
por ejemplo: Trampas de pobreza y toma de decisiones bajo escasez: Abhijit V.
Banerjee y Esther Duflo. Estos autores muestran cómo la falta de excedentes
limita inversiones pequeñas pero cruciales (nutrición, educación, activos
productivos). Sendhil Mullainathan y Eldar Shafir explican cómo la escasez
cognitiva estrecha el horizonte temporal. Pobreza de activos (asset poverty): Michael
Sherraden argumenta que la pobreza no es solo de ingresos, sino de activos. Sin
patrimonio, es casi imposible romper la dependencia del salario de
subsistencia.
Participación laboral del ingreso y estancamiento salarial: Loukas
Karabarbounis y Brent Neiman documentan la caída global de la participación
laboral en el ingreso. Thomas Piketty y Anthony B. Atkinson discuten cómo la
concentración de riqueza y el poder de negociación afectan la distribución,
limitando salarios y ahorro de los trabajadores.
El “precariado” y la calidad del empleo: Guy Standing describe la
expansión de empleos inseguros y mal pagados, sin derechos, que impiden planear
y ahorrar. Demanda liderada por salarios (wage-led growth): Amit Bhaduri y
Stephen Marglin muestran que, en economías lideradas por salarios, subir el ingreso
laboral puede impulsar la demanda y la inversión. Si el salario no despega, el
círculo virtuoso no arranca, lo que tiene un impacto de baja productividad
laboral en los países. Hogares “mano-al-día” (hand-to-mouth): Gregor Kaplan,
Giovanni Violante y Justin Weidner encuentran que incluso en países ricos
muchos hogares consumen todo su ingreso cada periodo, un comportamiento
consistente con ingreso insuficiente o falta de activos líquidos.
Informalidad y protección social en América Latina y el Caribe
CEPAL y la OIT documentan que la informalidad reduce la productividad y
la cobertura social, anclando a millones en la pobreza laboral. En sus informes
señalan la importancia de una medición local de pobreza laboral. Como ejemplo,
citan que, en México, CONEVAL instaló el concepto en la discusión pública con
su Índice de Tendencia Laboral de la Pobreza (ITLP), útil para monitorear cómo
salarios y precios de la canasta mueven la capacidad de compra de los hogares
que dependen del ingreso laboral.
Qué tendencias se deben observar (y por qué importan para el ahorro)
En primer lugar, los salarios reales y los precios de la canasta básica. La relación crítica no es solo “salario mínimo vs. inflación general”, sino salario típico vs. inflación de alimentos, vivienda y transporte. Si estos precios corren más rápido, el ahorro potencial se disuelve.
En segundo lugar,
la calidad del empleo. Si suben las tasas de ocupación, pero con mayor
subempleo y temporalidad, eso implica ingresos más variables, menor acceso a
prestaciones y más dificultad de ahorrar.
En tercer lugar, la participación laboral femenina y el registro de servicios del cuidado. Donde hay cuidado asequible, la participación femenina crece, aumenta el ingreso total del hogar y se abre margen para ahorrar. Es decir que los gobiernos debieran apoyar a las familias implementando proyectos de guarderías públicas y enfermería en el hogar, por ejemplo.
En cuarto lugar, monitorear la Tecnología y plataformas. Las plataformas pueden dar flexibilidad en el empleo, pero a menudo con ingresos inestables y bajos márgenes; sin red de seguridad, y bajo estas circunstancias el ahorro es la primera víctima.
En quinto lugar, es necesario monitorear la deuda de consumo vs. Los instrumentos
de ahorro. Si crece la oferta de crédito rápido; pero no va acompañada de
educación financiera y vehículos de ahorro (automático, con incentivos), el
saldo neto es más pasivos y cero activos.
¿Qué funciona para abrir espacio al ahorro? (pistas desde la evidencia)
El salario mínimo y la negociación colectiva suelen ser efectivos cuando
se calibran con datos de productividad y canasta básica. Una mejora del salario
incrementa la productividad laboral y reduce el costo de la canasta básica
debido a un incremento de la producción y de la demanda.
Créditos tributarios al trabajo (como el Earned Income Tax Credit) elevan
el ingreso neto de los hogares con baja remuneración.
Ahorro automático (por defecto) en nómina o cuentas vinculadas a
beneficios, con posibilidad de retiro para emergencias.
Protección social universal básica (para salud, licencias y seguro de
desempleo) lo que reduce el uso de deuda cara como sustituto del “seguro”.
Servicios de cuidado y transporte asequibles, que liberan tiempo para aplicar
a empleos mejores y reducen los costos fijos.
Políticas de productividad para MIPYMES (financiamiento, digitalización,
encadenamientos), que permiten pagar mejores salarios de forma sostenible.
Conclusión: del empleo al bienestar (con ahorro en el centro)
La pobreza laboral no es un “fallo individual”; es el resultado de
salarios insuficientes, precios esenciales en ascenso, empleos inestables y
redes de protección débiles. Mientras el ingreso laboral no genere excedentes, los
hogares no podrán ahorrar y, sin ahorro, las oportunidades (educación, activos,
emprendimiento) seguirán fuera de alcance. La salida exige combinar mejores
salarios, brindar seguridad económica y mecanismos simples de ahorro, para que
el trabajo vuelva a ser, de verdad, una escalera que permita subir a un nivel
económico mejor. Es mi opinión.
Bibliografía
sugerida para revisión
Medición y reportes institucionales
1. Organización Internacional del Trabajo (OIT). Global Wage Report
(varias ediciones).
2. Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Panorama
Social de América Latina (anual).
3. CONEVAL (México). Pobreza laboral e ITLP. Documentos metodológicos y
series.
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Pressure: The Squeezed Middle Class.
Trampas de pobreza, decisiones bajo escasez
5. Banerjee, A. V., & Duflo, E. (2011). Poor Economics. PublicAffairs.
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Mullainathan, S., & Shafir, E. (2013). Scarcity. Times Books.
7. Deaton, A.
(1997). The Analysis of Household Surveys. World Bank.
Pobreza de activos y ahorro
8. Sherraden,
M. (1991). Assets and the Poor. M.E. Sharpe.
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Distribución funcional del ingreso y salarios
10. Karabarbounis, L., & Neiman, B. (2014). “The Global Decline of the Labor Share”. Quarterly Journal of Economics,
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12. Atkinson,
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Calidad del empleo e inseguridad
13. Standing,
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Demanda liderada por salarios
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A., & Marglin, S. (1990). “Unemployment and the real wage: the economic
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Hogares “mano-al-día” y liquidez
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Ingresos Fiscales
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