viernes, 22 de abril de 2016

¿Por qué Economía de la Salud?

Edwin Rolando García Caal

El sector salud es un espacio de fenómenos y problemas asociados a preservar y proteger la salud de las personas a través de los servicios sanitarios. En Guatemala el gasto público en salud ocupa la cuarta posición en la distribución de los recursos de gobierno (SICOIN, 2015). Dichos problemas han sido analizados lejos de la teoría económica, lo que ha tenido como efecto una permanente crisis que se agudiza con los años. De acuerdo con la literatura científica muchos países han mejorado el desempeño de este sector gracias a la intervención de la Economía de la salud (Jefferson, 2000).

Para entender esta afirmación se analiza el planteamiento que hace al respecto la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Dicha institución señala que la economía de la salud es una rama de la Economía que integra las teorías económicas, sociales, clínicas y epidemiológicas existentes (OPS, 2009). 

La integración de estas teorías persigue estudiar la forma óptima de administrar los mecanismos, determinantes y condicionantes de los procesos de producción, distribución, consumo y financiamiento de los servicios de salud (Cosme, 2009). 

El impulso que esta rama de la ciencia ha tenido durante las primeras décadas del siglo XXI se debe a la identificación de crisis en los sistemas de salud de muchos países, los cuales fueron relacionados directamente con diferencias que existen entre el pensamiento sanitario y el pensamiento económico.

Estas diferencias de pensamiento configuran la estructura política de los proveedores y administradores de los servicios de salud.

En una investigación realizada por Alleyne & Cohen de OPS (2003), se determinó que los retos que señalan la urgencia de implementar la economía de la salud en los países de Latinoamérica, se deben principalmente al pensamiento sanitario en los siguientes aspectos: 

Para los trabajadores de la salud, la salud no tiene precio (Cosme, 2009). Si es necesario se debe gastar un millón de quetzales en la atención de un paciente aunque el establecimiento de salud se quede sin recursos para atender a 30,000 pacientes que vienen después; sin embargo, para la Economía de la salud los bienes y servicios que carecen de precio son asignados de forma ineficiente (Alleyne & Cohen 2003). 

Un ejemplo claro de estas actuaciones ocurrió en una compra de vacunas que realizara el MSPAS en el año 2012 (BCG antituberculosa), la presentación que la farmacéutica ofreció en la negociación fue de frascos con diluyente de 1ml para 10 dosis y otras presentaciones a menor costo para 25 y 50 dosis. La compra se realizó con presentaciones de 50 dosis. Sin embargo, cuando un médico realizaba la vacunación de un infante, acto seguido procedía a desechar en el bote de la basura las 49 dosis restantes si ya no había niños. Nótese que se pagaron todas las dosis, las gastadas y las sobrantes. 

Según Cosme (2009), las compras de insumos médicos en el pensamiento sanitario se deben calcular sobre el 100% de la demanda potencial y no sobre la demanda efectiva. Esto es parte de la naturaleza de los servicios de salud, que busca garantizar los derechos de la población sin discriminación.

En otras palabras, si Guatemala tiene mujeres comprendidas entre 15 y 45 años de edad en un número de 3 millones 756,030 personas, en función del pensamiento sanitario el MSPAS debe comprar insumos para la atención en el programa materno infantil del 100% de estas mujeres, sean o no sexualmente activas y sin considerar las atenciones que proporciona el IGSS y otros proveedores de salud. 

Eso está demostrado porque su sistema de información en salud (SIGSA) no incluye otras estadísticas, sólo puestos de salud del MSPAS, centros de salud del MSPAS y hospitales del MSPAS. En este tipo de decisiones, el pensamiento sanitario parte del principio de universalización de la salud por parte del MSPAS, según lo establece la Constitución Política de la República de Guatemala (Artículo 93).

Otra premisa que orienta el pensamiento sanitario es la que señala que el gasto en salud debe ser irremediablemente e inexorablemente alcista. Por lo tanto, siempre es necesario un mayor gasto en salud (Cosme, 2009). 

Sin embargo, para la Economía de la salud la distribución de los recursos escasos debe hacerse en función de un nivel óptimo, porque si se sobrepasa ese nivel óptimo de gasto se incurre en pérdidas económicas sociales. 

Una tercera premisa que orienta el pensamiento sanitario señala que el médico es quien decide y prescribe el tipo, marca y frecuencia de los bienes y servicios que el consumidor debe adquirir. Para la Economía de la salud el consumidor decide el tipo, marca y frecuencia de los bienes y servicios a adquirir (Alleyne & Cohen, 2003).

Una cuarta premisa del pensamiento sanitario es la garantía de accesibilidad (Alma Ata, 1978). Todos los lugares poblados de un país deben contar con servicio materno (Artículo 52 de la Constitución Política de la República de Guatemala), aunque en muchos de esos servicios se atiendan 3 partos al año. Para la Economía de la salud la accesibilidad debe ser regular y racional, en función de decisiones de optimización.

Una quinta premisa del pensamiento sanitario señala que no se le debe poner límites a la demanda (Cosme, 2009). Por lo tanto, los primeros en llegar tienen derecho a consumir todos los recursos existentes, aunque no queden recursos para los que lleguen después. Para la Economía de la salud el consumidor actúa bajo el principio de racionalidad económica y su actuar está en función de las necesidades propias y familiares, tanto actuales como del futuro; abarcando la garantía de recursos para las futuras generaciones.

Una sexta premisa del pensamiento sanitario señala que el avance tecnológico mejora la salud (Cosme, 2009). En este caso el médico busca reducir el riesgo en sus decisiones, haciendo que el paciente se realice todos los exámenes externos que a criterio médico se consideran convenientes, sin importar sus ingresos familiares. Para la Economía de la salud la tecnología no reemplaza la capacidad humana y existe una restricción presupuestaria para tomar las decisiones. 

Cabe decir que según el pensamiento sanitario, la salud no debe mercantilizarse porque es un derecho humano inalienable (Cosme, 2009). Para la Economía de la salud existe un mercado de la salud y una forma técnica de encontrar el equilibrio entre oferta y demanda en función del bienestar social. En ese sentido, la teoría general del bienestar exige la aplicación de los principios de eficiencia económica, eficacia económica y calidad en cada una de las decisiones de gestión de los servicios de salud, lo que señala el camino para el análisis Costo-Beneficio, el análisis de Costo-efectividad, el análisis del Costo-utilidad, Costo-patología, Costo per cápita y de la atención, lo que aún no ocurre en Guatemala.

El economista Jorge Cosme Casulo, coordinador de la maestría en Economía de la Salud en Cuba, expone que estas diferencias entre el pensamiento sanitario y el pensamiento económico han alejando a los profesionales de ambas ciencias, hasta el extremo de aceptar que los segundos son ignorantes de los términos y conceptos médicos y que por lo tanto no tienen participación en ese espacio de decisión del sector salud. Como consecuencia las decisiones gerenciales, ejecutivas y operativas de salud han quedado en manos de profesionales sanitarios, quienes al aplicar los principios que le son propios no han logrado sacar al Sistema de salud de una crisis permanente. 

En ese sentido, la propuesta que el Sistema de salud de Guatemala necesita tiene que basarse en un acercamiento entre ambos grupos de profesionales. Permitiendo a los segundos, espacios de decisión que permitan la búsqueda del óptimo económico en términos Contables, Administrativos y Económicos. No obstante, esto no se puede alcanzar si el pensum de estudios en la Facultad de Ciencias Económicas sigue abordando la Economía como una ciencia pura, sin adentrarse al estudio de otras ramas económicas como la Economía de la Salud.

A la fecha, existen más de 480,000 artículos científicos publicados en revistas indexadas que abordan la importancia de la Economía de la salud en el mundo, incluyendo 34,000 libros formales distribuidos por casas editoras internacionales. Los documentos referidos aluden a que la Economía de la salud es una rama científica necesaria, lo que parecía un absurdo en tiempos remotos.

Hoy por hoy, la solución de cualquier crisis en un sistema de salud sólo se vislumbra al relacionar la economía con la salud y la necesaria vinculación de estas con la gestión de los recursos, que siempre son escasos.

Esta vinculación hace cambiar de entrada la forma de percibir el gasto en salud, ya que mientras fuera de la Economía el gasto en salud es gasto no reembolsable (una pérdida), dentro de la Economía de la salud, el gasto en salud es una inversión que aporta al Producto Interno Bruto.

Los estudios en el tema han demostrado cada vez más, que una población sana es un motor para el crecimiento económico de cualquier área, país, región o continente y muchos expertos en la historia de Europa coinciden en la influencia que para su desarrollo tuvo afrontar el reto de resolver los problemas de salud de las personas. A su vez, el avance económico permitió actuar sobre el mejoramiento de la salud en un proceso cíclico y de espiral muy beneficioso para el desarrollo económico (Lauzan, 2005).

Entre las investigaciones más sobresalientes de tales tendencias históricas se encuentran las realizadas por Fogel (2009), las cuales han dilucidado la relación entre talla corporal y recursos financieros, específicamente los utilizados para reducir la desnutrición, donde la alimentación es un elemento crucial para la productividad laboral a largo plazo.

En esa línea, el economista norteamericano Alfred Marshall afirmó: «La salud y la fortaleza física, espiritual y moral, son la base de la riqueza social; al mismo tiempo, la importancia fundamental de la riqueza material radica en que si se administra sabiamente, aumenta la salud y la fortaleza física, espiritual y moral del género humano» (Cosme, 2009).

Entre los años 1951 y 1957 los economistas Winslow y Myrdal argumentaron, entre otras cuestiones, que la inversión en salud ofrece grandes dividendos en capital humano y que los costos en salud debían proporcionar ganancias económicas en muchos conceptos entre estos, la fuerza de trabajo, incrementos de productividad y distribución de la renta. 

Los economistas citados también afirmaron que los programas de salud deberían estar administrados con orientación al desarrollo económico general y no centrarse en la atención patológica (Cárdenas, 2002).

En los últimos 20 años se han producido enfoques integrales de Economía de la salud que demuestran las ventajas de la intervención de los economistas en la toma de decisiones del sector salud, tema que ha sido tratado en Conferencias Internacionales sobre Atención Primaria efectuadas desde Alma Ata en 1978. El empuje de estos estudios fue una publicación del Banco Mundial en 1993, denominada "Invertir en salud" cuyas conclusiones motivaron algunas investigaciones innovadoras sobre el impacto en el PIB, los efectos de un Sistema de salud eficiente en el entorno económico y en la preservación del capital humano, para impactar de forma positiva la productividad de país (Alleyne & Cohen, 2003).

Todo lo escrito en materia de Economía de la salud, plantea suficientes argumentos para que los profesionales de la salud en Guatemala puedan estar convencidos de que la Economía de la salud hace posible que una actividad o acción alcance el máximo beneficio con la utilización mínima de recursos y a un menor costo. La Economía hace posible alcanzar un mayor nivel de producción o servicios con una misma cantidad de insumos sin afectar la calidad. Mientras tanto, los profesionales de las Ciencias económicas deben abrir el espacio mental y académico que permita la inclusión de la Economía de la salud en el pensum de estudios de cada carrera. Ya sea como contenidos teóricos o bien como temas de la práctica económica de cada carrera. 

Se esperaría que en el corto plazo exista suficiente capital humano egresado de las Facultades de Ciencias Económicas con el interés y con propuestas de intervención que mejoren la eficiencia del Sistema de salud en Guatemala.

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Bibliografía 

Alleyne O, Cohen D. (2003) Salud, crecimiento económico y reducción de la pobreza. Washington, D. C.: OPS, Pág. 22-7.

Cárdenas Rodríguez J. (2003) La economía de la salud: un camino en la búsqueda de la eficiencia. Serie: Resultados de investiga-ciones en economía de la salud, año 2002. La Habana: Prensa Latina, Pág. 18.

Cosme J, Cárdenas J, Miyar R. (2009) Economía y salud, conceptos, retos y estrategias. http://new.paho.org/cub/index2.php?option=com_docman&task=doc_view&gid=57&Itemid=226 [consulta: 18 enero 2016].

Cosme J, Escobar N, Fonseca G, Luque D, Luque E, Mock P, Cárdenas J, Gálvez A, Valenzuela C, Rodríguez M. (2007) Economía de la Salud. Santiago de Cuba: Editorial Oriente, Pág. 12-24.

Fogel R., W. (2009) New sources and new techniques for the study of secular trends in nutritional status, health, mortality and the process of aging. Paper No.26 NBER.

Jefferson T, Demicheli V, Mugford M. (2000) Elementary economic evaluation in health care. London: BMJ Books, Pág. 132.

Lauzan, C. (2005) Tecnologías gerenciales. Una oportunidad para los sistemas de salud. La Habana: Ed. Ciencias Médicas, Pág. 144.

SICOIN (2015). Reporte de ejecución presupuestaria 1995-2014. MINFIN Gobierno Central. Guatemala

Mok Barceló, P. (2003) El costo en los servicios de estomatología. Serie: Resultados de investigaciones en economía de la salud, en 2002. La Habana: Editorial Prensa Latina.

Ramos D. (2004) Control de calidad de la atención de salud. La Habana: Editorial Ciencias Médicas, Pág. 56-65.



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