martes, 30 de julio de 2024

Retos de la planificación en la administración pública


 



Autor: Edwin Rolando García Caal
30 de julio de 2024

Introducción

En América Latina la práctica de la planificación en la administración pública tiene un enfoque normativo. Así fue impulsado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y por el Instituto Latinoamericano y del Caribe de Planificación Económica y Social (ILPES) entre 1954 y 1963. (López, 2005, pág. 18) Para normar la planificación, se proponen los objetivos o fines institucionales y se establece la obligación legal de ir tras ellos. El error de este enfoque es que no permite mejorar la planificación en sí misma de una manera dinámica. (López, 2005, pág. 38) La gestión innovadora que se exige en la actualidad a las instituciones de gobierno enfrenta su principal desafío en lo difícil que resulta modificar las leyes que rigen la administración pública.

Cuando se pretende darle un giro al enfoque de la planificación en la administración pública se hace necesario cambiar las normas, establecer la obligación de uso del nuevo enfoque y establecer quiénes serán los responsables de verificar su cumplimiento. Cuando esto no es posible o por lo menos no es viable en el corto plazo, la planificación se orienta desde una Política General de Gobierno, pero dicha estrategia plantea problemas operativos. (SEGEPLAN, 2020) A esta conclusión llegan varios autores, cuando plantean que los enfoques de planificación no se ejecutan de manera tan sistemática y formal como se contemplan en sus desarrollos teóricos, por lo general, en las prácticas concretas coexisten elementos de distintos enfoques; por lo tanto, existen muchas diferencias entre el plano teórico y el operativo. (López, 2005, pág. 19)

Otras veces, la planificación en la administración pública es dirigida por fines supranacionales desde entidades que tienen cierto grado de poder sobre las decisiones públicas de los países. Tal es el caso del Consenso de Washington, que orientó la planificación de muchos países en la década de los ’80. (Castañeda & Díaz-Bautista, 2017) Otras orientaciones de la acción pública han sido dirigidas por la OMS, la OPS y recientemente las Naciones Unidas orientan hacia el cumplimiento de los ODS. (ONU, 2018)

Ahora bien, es posible establecer que el problema de la planificación no está dado en los fines que se persiguen en la administración pública, según lo dicta el mandato constitucional o un acuerdo internacional. El problema de la planificación está en la selección de los medios que permitan, en una realidad concreta, llevar a la práctica las acciones del gobierno (López, 2005, pág. 20) sobre todo, si el resultado no se percibe sino hasta el mediano o largo plazo, en un equilibrio dinámico que cambia de resultado conforme pasa el tiempo. Se agrava más el problema de la planificación cuando la administración pública está constituida por diferentes sectores que se intersecan en puntos coincidentes de intervención con diferentes tipos de recursos; o los beneficios de unos sectores actúan en detrimento de los beneficios de sectores paralelos.

Mientras tanto, a la par de la planificación en la administración pública, las corporaciones de mercado avanzan en la planificación bajo un método denominado “gobierno corporativo”, en donde la visión de la planificación no está orientada a un problema, sino al comportamiento organizacional que conduzca a mejores prácticas en los procesos de producción. Es decir que consideran que las cosas se están haciendo bien, pero pueden hacerse mejor (López, 2005, pág. 18) Este método de planificación responde a tres preguntas guía ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué queremos alcanzar? ¿Qué debemos hacer? (López, 2005, pág. 65) Estos avances en el sector privado han dado pie a pensar que en la administración pública es posible abordar la planificación no solamente orientados en fines y objetivos, sino también en un ámbito metodológico moderno.

Es por eso que en épocas recientes surgió un nuevo método en planificación pública, fundamentado en el análisis racional para un mundo problemático. (López, 2005, pág. 18) El nombre del método es Gestión por resultados, que parte de un modelo conceptual de los problemas y sus posibles soluciones, con el fin de poder establecer intervenciones específicas por parte de las instituciones de la administración pública. Este modelo se implementó en Guatemala a partir del año 2013. La obligación de implementar este nuevo método, en el caso de la administración pública en Guatemala, se fundamentó en el Decreto Número 101-97, que en el artículo 8 señala al Ministerio de Finanzas Públicas y a la Secretaría General de Planificación de la Presidencia como los obligados a garantizar la vinculación plan-presupuesto. (CRG, 1997)

A pesar del esfuerzo que se ha aplicado, existe en la actualidad una agregación heterogénea de planes, los cuales carecen de sentido global. (López, 2005, pág. 56) La debilidad de la planificación, tal y como se concibe en la actualidad, estriba en que los indicadores que son requeridos para la explicación situacional y para la evaluación del nivel de logro no pueden ser calculados con la velocidad que requiere un eficiente sistema de seguimiento y control de la gestión. (López, 2005, pág. 56) El Instituto Nacional de Estadística señala falta de presupuesto para acelerar la actualización de los indicadores y el Monitoreo de la declaración de París se queja de la poca importancia que se le asigna a la planificación en la administración pública. (Survey, 2008)

A pesar de que en Guatemala se implementó la gestión por resultados desde ya más de una década, a la fecha no existe una investigación exhaustiva de los problemas que se abordan en los planes, por lo que no es posible fortalecer la gestión a partir de los diseños teóricos-conceptuales de la planificación que forman parte obligatoria del método. Por otro lado, se intenta planificar en la solución de problemas, pero se ignoran los principales problemas que el país afronta, tales como la desigual distribución de la riqueza, los problemas territoriales y culturales, la errónea forma de implantar impuestos y subsidios, la ineficiencia organizativa de la administración pública como efecto de la intervención política partidista en la conformación del recurso humano en las instituciones públicas, etc. Por tal razón, la importancia de la planificación ha sido relegada a lo operativo.

Por otro lado se ha realizado un esfuerzo enorme en articular las acciones entre instituciones públicas pero se ha trabajado poco en una alineación hacia el interior de la organización, para garantizar la correspondencia entre recursos humanos y fines institucionales. (López, 2005, pág. 46) Esto quiere decir que a los elementos externos, es necesario agregar que la administración pública también tiene que lidiar con recursos que son internos y en interacción con sus fortalezas y debilidades características de cada organización. (López, 2005, pág. 20) Esto, aunado a la incertidumbre política que no permite tener claro el escenario y los actores que implementarán lo planificado, obliga a hablar de futuros posibles, o afirmar que los avances en la planificación se enfocan en lo procedimental sobre cómo hacer planes y no en la forma de lograr efectividad en el cumplimiento de los planes, lo que enmarca su verdadera importancia.

La planificación en la administración pública

El “sueño del buen gobierno” sigue estando vigente y en un régimen efectivamente democrático, siempre debería estar presente. (Sánchez, 2003, pág. 15) Los ciudadanos esperan que en la gestión pública exista orden y un rumbo definido; que en las instituciones de gobierno existan buenos gestores y que se alcancen los resultados esperados. Sin embargo, cómo puede ser esto posible si desde el año 1996 el Gobierno de Guatemala orientó dentro de sus políticas de modernización del Estado, leyes para la “descentralización”, requerimiento planteado en la 54 sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas. (García, Manual de planificación para el sector público, 2005, pág. 4) Esto representa para el país decisiones independientes en 340 gobiernos municipales, 14 ministerios, 18 secretarías y otro número significativo de entidades autónomas, descentralizadas y de empresas públicas.

Los metodólogos señalan que la planificación en el sector público debe ser un proceso continuo y dinámico, no un ejercicio anual. Indican también que debe ser un proceso de toma de decisiones amparado, no solo una acción independiente de los cuerpos técnicos de las instituciones o un mecanismo para distribuir los ingresos asignados del erario público (García, Manual de planificación para el sector público, 2005, pág. 3). Para algunos autores, planificar también implica hacer pactos, en donde se negocian perspectivas que permitirán constituir un capital social futuro de convivencia y cooperativo entre empresarios, trabajadores, ciudadanos y gobierno. (López, 2005, pág. 83)

García (2005) indica que un enfoque de planificación apropiado debe permitir a las instituciones públicas adaptarse a las innovaciones tecnológicas permanentes o a los constantes cambios en la Gerencia o en la jefatura de los departamentos tras el cambio del poder político. Es decir que, uno de los beneficios de la planificación es permitir a las instituciones públicas responder de manera casi inmediata a los cambios en el ambiente de las organizaciones. (pág. 45) Eso significa mantener el rumbo a pesar de una alta tasa de rotación de personal, o el ingreso de nuevas instituciones no gubernamentales o la inclusión de las municipalidades al rol de las instituciones públicas tradicionales o a la delegación de nuevos roles por la vía legislativa.

Sánchez (2003) complementa esta afirmación señalando que los fines nacionales se renuevan constantemente. La imagen objetivo de una nación siempre es variable y relativa en el tiempo histórico. Depende de las transformaciones sociales, económicas y tecnológicas y de cómo se configure la forma de ejercicio de los poderos públicos y de la relación entre éstos y de sus interacciones con los ciudadanos y sus organizaciones. (pág. 17) Pero no se evalúan los fines, a pesar de los avances en la planificación en los últimos años, la evaluación ha estado concentrada en el “debido proceso” más que en el resultado y los logros efectivos que motivaron a planificar las intervenciones. Con esto se cae en el juego de la ambigüedad, a pesar que la planificación permite materializar las ambiguas orientaciones políticas de los planes de gobierno.

Sulbrandt (1989) definió que una táctica para definir los fines en el ámbito de la política es la ambigüedad. “Mientras más ambiguas sean las metas, mayor es la probabilidad de que grupos de oposición política no bloqueen la propuesta” (pág. 7) Eso no se puede cambiar, sin embargo, hacia el interior de la institución y con miras a la rendición de cuentas, esa ambigüedad debe convertirse en acciones medibles y comunicables, lo que se vuelve importante si se pretende la aprobación social. Otro elemento importante planteado por García (2005) indica que la planificación permite transformar la división y fragmentación pública, con sus consecuentes dinámicas de conflicto y consenso, en un acercamiento descentralizado del gobierno al ciudadano. (pág. 7)

La planificación no debe confundirse con la máquina productora de milagros; en cambio, es capaz de conciliar las turbulencias internas y externas que están siempre presentes en las instituciones públicas, con el fin de asegurar la implementación exitosa de sus fines, con una visión de largo plazo y una actuación de corto y mediano plazo. Donolo (1994), señala que para que los ciudadanos puedan controlar la política, a las autoridades y a los funcionarios, el proyecto de nación en la constitución política, debe convertirse en un plan, que precise lo más detalladamente posible, qué queremos ser, a dónde queremos llegar y cómo vamos a llegar. La planificación, entonces, se constituye en un instrumento para dar coherencia a los diversos actos de gobierno, configurados en las razones de interés público. La única y exclusiva razón de la planificación es la de pensar antes de actuar. (Sánchez, 2003, pág. 16)

Pero es necesario asignarle mayor importancia a la planificación. Un elemento necesario para asignarle esta importancia es la señalada por Sánchez (2003), cuando explica que el norte de todo sistema de planificación debe ser el logro de la máxima eficiencia para los ciudadanos, en todas las dimensiones de la persona humana: como ciudadano que eligió a los gobernantes y exige resultados; como consumidor que debe satisfacer sus necesidades individuales y como contribuyente, que se despoja de sus recursos financieros individuales u organizacionales, al pagar impuestos, para financiar la provisión de bienes y servicios públicos y por tanto, tiene el derecho de exigir que sean bien asignados, bien utilizados y que le produzcan un beneficio concreto a la sociedad. (pág. 20) En ese sentido, la planificación permite una mejor rendición de cuentas y una calificación exitosa de la gestión pública.

La Constitución Política de la República de Guatemala asigna a la administración pública 6 funciones esenciales que deben estar legitimadas en la planificación y sin embargo, la práctica institucional de planificación ha olvidado algunas de estas asignaciones o las ha variado en alguna medida, desviando el actuar del gobierno hacia fines que no le son propios y que tergiversan su razón de ser.

La primera función a planificar es la organización gubernamental. La planificación en la administración pública no debe alejarse de sus funciones de organización gubernamental, ya que si únicamente se piensa en el beneficio del ciudadano, aparecen demandas de los propios funcionarios públicos alegando retrasos en el pago de sus salarios, tal como se reportó en los primeros meses del año 2022 en los Ministerio de Educación y de Salud. (Ponce, 2022)

La segunda función que debe ser planificada es la de financiación. La administración pública debe hacer posible el equilibrio de los ingresos y los gastos, de esa cuenta es necesario que en la planificación también se determinen las intervenciones que es necesario realizar para el establecimiento de impuestos en función de una imagen objetivo o una finalidad clara, que en este caso puede ser reducir el endeudamiento, incrementar los ingresos o reducir el gasto. (García, 2018, pág. 9)

La tercera función necesaria en la planificación de la administración pública es la provisión de bienes y servicios públicos. En este caso debe tenerse clara la finalidad de esta provisión. Esta provisión debe hacerse sin discriminación, por lo tanto, deben ser bienes y servicios con la característica de bienes públicos es decir sin la rivalidad de que si se da a una población no se da a otra, por ejemplo, agua, aire puro, bosques, ríos, playas y bienes de capital (puentes, carreteras, edificios públicos, parques, zonas biológicas protegidas, etc.), seguridad ciudadana, protección de la propiedad privada, certificaciones de nacimiento, entre otros. (García, 2018, pág. 9)

La cuarta función necesaria en la planificación de la administración pública es la función de redistribución del ingreso.  Es decir que se deben planificar las actividades del Estado dirigidas a modificar la distribución de la renta o de la riqueza que resultan de la actividad económica, esto no se hace regalando dinero, sino garantizando una adecuada remuneración de los factores de producción, por ejemplo con una ley del salario mínimo y la supervisión y fiscalización respectiva, o a través de servicios subsidiados como la enseñanza gratuita, siempre que no provoque discriminación. (García, 2018, pág. 10)

La quinta función que debe formar parte de la planificación en la administración pública es la función de regulación. El estado no solo está obligado a dar sino que también tiene la función de exigir el cumplimiento de las leyes y disposiciones administrativas, que los ciudadanos respeten los semáforos en rojo, que no contaminen, la necesaria regulación de la actividad económica; planificación que también debe incluir las acciones que castiguen el incumplimiento. (García, 2018, pág. 11)

La sexta función que debe ser fundamental en la planificación en la administración pública es la función estabilizadora. Es necesario planificar la forma de impedir las fluctuaciones perjudiciales en el desempleo, el analfabetismo, la pobreza, la inseguridad alimentaria, plagas, balanza de pagos, etc. En este espacio es en donde se encuentran la mayoría de problemas que se intentan resolver en la gestión por resultados, pero debe tomarse en cuenta que esta función es una de otras cinco funciones también importantes para el buen desempeño público. (García, 2018, pág. 11)

Peter Drucker (1954) indica que los beneficios de la planificación en las instituciones públicas son mayores, al analizarla en un contexto más amplio. Indica que los beneficios superan el proceso de evaluación, ya que incluye la mayor parte de los principios de administración más importantes y generalmente aceptados, lo que tiene que ver con la calidad, la misión, la visión y los objetivos estratégicos y operacionales. Permite sistematizar las experiencias internas de gestión, permite tener una visión de futuro, permite elevar cualitativamente el rendimiento respecto de las razones de interés público y justificar la existencia de la organización a la vez que fomenta una cultura institucional. (Sánchez, 2003, pág. 40)

Con lo escrito, es posible recordar lo que el ILPES planteó en el documento: Los fundamentos de la planificación del desarrollo en América Latina y el Caribe (2012, pág. 25) “Los aspectos positivos de la planificación no están desde luego cubiertos totalmente”. Esto refiere que es necesario ahondar en la calidad de los expertos planificadores y por otra parte, en la técnica de planificación, del desarrollo estadístico y de la extensión y profundidad de los diagnósticos. Sin embargo, los procesos se han refinado y aunque son perfectibles en muchos aspectos, por otra parte, han logrado solucionar muchos problemas en distintos países. Hay experiencia en planificación en la administración pública, hay una masa de información sobre lo que funciona y no funciona, lo cual debe someterse a un proceso de revisión y depuración, y por supuesto debe complementarse con investigaciones especiales.

Todos estos avances, muestran que sigue vigente la importancia de la planificación en la administración pública, a tal grado que ahora motivan la creación de sistemas de planificación al interior y entre países. El objetivo debe ser más global. Al reconocer su importancia se podría buscar la vinculación de los planes en forma más directa con las decisiones económicas y sociales y concretar el fruto de esta labor no solo en la colaboración para elaborar planes, sino en la creación de algunos órganos y mecanismos que hagan más fácil llevarlos a la práctica, en beneficio social, sectorial y nacional. (ILPES, 2012, pág. 27)


Conclusiones

Existen pocos estudios de las prácticas informales de la planificación, mientras tanto, se continúan teorizando las prácticas formales establecidas en la legislación.

Lo común en la planificación que se desarrolla en la administración pública es encontrar efectos contradictorios en la asignación de los recursos, aplicación de medidas descoordinadas y planes que se enfocan en la ejecución del presupuesto sin una apropiada búsqueda de la eficiencia y la eficacia de la gestión de recursos escasos.

Existe una desarticulación histórica entre el plan y el presupuesto. Lo que señala que hay cosas que se planifican y se ejecutan independientemente de la asignación de recursos y hay cosas que dependen directamente de una asignación de recursos en función de los fines del Estado pero que no aparecen dentro del presupuesto público.

Hay planes que se realizan sin una adecuada evaluación de la viabilidad política, económica, institucional y temporal, lo que evita su coherencia y factibilidad estratégica.

El análisis de la importancia de la planificación en la administración pública ha permitido identificar que hay planes que fallan simplemente porque no fueron apropiadamente comunicados a las partes; asimismo hay cosas que se están haciendo bien, pero no se planifica hacerlas mejor. Mientras tanto, la mayoría de planes pierden funcionalidad desde su inicio porque no fueron transferidos adecuadamente a las fuerzas operativas de la institución pública.

Otro elemento concluyente es que la evaluación no es la última fase de la planificación, sí lo es la realimentación y el aprendizaje a partir de las experiencias.

Finalmente, es importante reafirmar que hay error en tratar de simplificar la acción social que es compleja y que pertenece a un todo cohesionado. En ese sentido al simplificar las causas y los efectos de intervención se rompe la coherencia y se crea un conflicto interno que anula los efectos positivos de la planificación.

 

Recomendaciones

Orientar los procesos de planificación hacia un enfoque prospectivo, que permita visualizar un futuro diferente, y en esa medida, alejar el pensamiento de la administración pública de una sociedad problematizada eternamente.

Al intentar resolver problemas a través de la planificación no se deben perder de vista cuáles son las funciones que le corresponden al Estado y deben ser planificadas por la administración pública, en función de lo que establece la Constitución Política de la República de Guatemala sin perder la esencia económica del Estado.

El proceso de planificación de la administración pública debe fundamentarse en los principios económicos: recursos limitados para necesidades ilimitadas.

Coordinación interinstitucional en el uso de instrumentos de asignación de recursos, técnicas de planeación y estrategias de intervención

La planificación debe incluir la optimización de la estructura administrativa, para que los resultados se fundamenten no solo en la estrategia de intervención sino en la eficiencia de los servidores públicos contratados en cada entidad

La planificación debe asignar una buena parte del esfuerzo en establecer la forma eficiente de medir los resultados, a través de un proceso de evaluación planificado.

La planificación no debe ser una sola, integrada en la alta dirección, debe constituirse en un ciclo que se abre y cierra en cada uno de los niveles de la organización: operativo, táctico y corporativo.

La planificación debería permitir también una modernización en las estructuras de la administración pública.

 

Bibliografía

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